DESDE EL OTRO LADO DE LA CUCHARA

La alegría del aleteo de sus brazos era contagiosa. Hugo era todo gozo, todo diversión y «únicamente» se estaba comiendo una papilla de manzana y avena. A cada cucharada le surgía una risa cristalina y sus ojos oscuros y profundos me miraban de una forma tan libre que me conmovían, llenando todas las esquinas, recodos…